Hemos tenido el placer de hablar con María, una persona que ha sido parte de Work for Social y que ha compartido su experiencia profesional con nosotras. En forma de entrevista, hemos podido conocer un poco más su punto de vista.
- Entraste en el mundo del pro bono como estudiante en el último piloto del proyecto europeo BEESE en el que tanto Work for Social como Pro Bono Lab eran miembros del consorcio, ¿cómo ha cambiado tu vida desde ese momento?
Ha cambiado mucho, porque no conocía el pro bono. Al descubrirlo en el Beese me cambió mucho la perspectiva sobre lo que era el voluntariado. Por aquel entonces tenía un dilema ético; no me sentía legítima para hacer voluntariado en ciertas ocasiones. El Beese me gustó porque me sentí útil para la organización. Es un “win-win”: das a la organización lo que sabes, y la organización recibe lo que necesita.
Ha cambiado mi vida sobre todo porque haciendo el proyecto conocí más a Andrea y a Nacho, lo que me llevó a participar después en Social Builders. Me di cuenta de que el tema del pro bono y de la creación y gestión de proyectos me gustaba. Al final gracias a todo eso he acabado trabajando en Pro Bono Lab. Trabajar en París es algo que nunca me había imaginado. Sin duda, me ha abierto muchas puertas.
- Social Builders nació en el seno de Work for Social después de esta experiencia europea, gracias al empuje de unos de los voluntarios mentores, Ignacio Branchadell. ¿Por qué decidiste unirte al equipo impulsor de este programa? ¿Cuál fue tu rol en ese inicio?
Porque desde que empecé la carrera había estado participando en asociaciones y ONGs como voluntaria, pero nunca había participado en la producción de un proyecto desde cero. Toda la parte de gestión y creación de proyectos me llamaba mucho la atención. En el momento en que me uní al equipo de Social Builders estaba trabajando en consultoría de sostenibilidad. A nivel personal, se alineaba con mis valores, y a nivel profesional también me era muy útil.
Creo que nunca tuve un rol muy definido. Al principio fueron las formaciones; hicimos varias para estudiantes en técnicas de consultoría, y para los consultores de management. Yo me encargué de preparar esa formación. De hecho es algo que sigo haciendo, y me gusta mucho. Más adelante fui consultora con Puebleando y Coherencia. Esto fue un challenge para mí, porque yo no hacía mucha consultoría estratégica, así que no tenía esas competencias de proponer soluciones. Aún así, nunca estuve sola.
- Coincidiendo con tu estancia en Francia, surgió una oportunidad laboral justo con tu perfil en nuestra organización homóloga francesa Pro Bono Lab y ya llevas 1 año trabajando allí, ¿cómo ha sido tu evolución? ¿Qué aspectos remarcarías de tu aprendizaje?
Una pasada. Miro para atrás y veo todos los proyectos en los que he estado y me sorprendo. Es una organización pequeña pero muy reconocida, con buena reputación, así que eso lleva a tener responsabilidades y poder llevar proyectos. Tengo mucha autonomía e independencia. Pro Bono Lab te deja esa libertad para elegir dónde quieres estar. Sin embargo, hay que tener un poco de cuidado, porque puedes escoger demasiadas cosas y acabar sobrecargada de trabajo.
He aprendido mucho gracias a haber participado en muchos proyectos diferentes en cuanto a empresas, gente a la que se dirige, tipo de voluntarios… Cada semana es diferente, cada día es diferente. Noto que cada vez tengo más responsabilidad y gestiono los proyectos de forma más independiente. Pro Bono Lab me hace avanzar. Es difícil quedarse estancada.
- ¿Qué potencial consideras que tiene el Pro Bono en sus diferentes esferas?
Creo que el pro bono bien hecho tiene mucho potencial si consigues juntar una organización que necesita ciertas competencias con voluntarios que pueden ofrecerlas. Muchas veces veo organizaciones que tienen muy claro lo que necesitan, pero les falta dinero. En este caso no es falta de competencias.
Aunque el maratón pro bono está bien para retos concretos, yo creo más en el pro bono a largo plazo, para que la organización se quede después con ese aprendizaje. Creo que el pro bono puede ser muy interesante para gente joven, para descubrir el sector social y el mundo de la consultoría. También para gente que está buscando empleo, para valorizar competencias. Tiene mucho potencial, pero el reto es hacerlo bien. Muchas veces no se consigue la gente con las competencias necesarias, o la organización no es la que más lo necesita.
- Por último, tus inicios con el pro bono fueron gracias a un proyecto europeo y ahora eres coordinadora de otro proyecto llamado A Pathway To Employability (APTE) de Erasmus Plus, ¿qué opinas sobre el proyecto? ¿Cuáles son tus expectativas y qué piensas que puede aportar este proyecto tanto a la sociedad como a ti personalmente?
Es mi proyecto favorito de lo que llevo en Pro Bono Lab. Nunca habíamos coordinado un proyecto europeo; considero que es uno de los más grandes. Me gustan mucho los proyectos internacionales, y me parece muy apropiado que la UE te dé dinero para poder experimentar. Lo que más me interesa es coger el expertise de distintas organizaciones y unirlo para formar algo coherente.
Me encanta el enriquecimiento que genera en distintos países, pues cada uno tiene una realidad muy diferente. Creo que eso es lo interesante de APTE: tener la capacidad para experimentar y, a partir de una hoja en blanco, crear algo que llame la atención. El objetivo es crear algo que luego se pueda replicar y abrir a todo el mundo.
A nivel personal, me gusta seguir en contacto con mi origen en el pro bono al mismo tiempo que encuentro otros partners. Como el proyecto demanda mucho papeleo, será para mí una fuente de aprendizaje muy grande en cuanto a coordinación de proyectos.
A nivel profesional, espero que nos haga descubrir otros sectores. Además, ojalá sea una semilla para que luego nuevos proyectos nazcan, igual que pasó con Social Builders, y que inspire a más gente, como me pasó a mí.